septiembre 09, 2009

Cinco sentidos...más uno

Los caballos son animales muy bien dotados por la naturaleza. Al igual que el ser humano, el caballo posee nuestros cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto, pero a diferencia de nosotros, los humanos, los equinos cuentan con un sexto sentido: el sentido de las feromonas.

La vista
Por la forma ovoide de su globo ocular, los caballos tienen la posibilidad de percibir con claridad los objetos más próximos y con la misma claridad pueden percibir los objetos lejanos. Ésto le permite al animal ver lo que está pasando y al mismo tiempo vigilar lo que está lejos de él.
Está dotado de buena visión en la oscuridad, pero a diferencia del hombre, ésta no se adapta con tanta facilidad a los cambios de luz, como sí lo hace la nuestra.

El caballo, entonces, está dotado de buena agudeza visual, que le permite un buen reconocimiento de las formas. Así éste reconoce no sólo la silueta de un caballo, sino también identifica a los seres humanos, que le son familiares por sus rasgos y por sus ropas habituales.

El oído
Al igual que su visión, ésta está adaptada a posibles peligros. Su sensibilidad auditiva es más amplia a los ultrasonidos.
Sus orejas tienen gran movilidad, lo que le permite orientarlas rápidamente hacia los sonidos.

El caballo puede reconocer sonidos familiares, como el sonido de la voz cuando da órdenes; sin embargo, es incapaz de identificar a todos sus semejantes por el relincho, pues no tiene una discriminación de sonidos muy fina.

El olfato
Es muy desarrollado. En caso de peligro, el caballo huele el aire que lo rodea para detectar olores de alarma.
Así pues que tu equino es capaz de reconocerte por tu olor y las yeguas son capaces de identifican a sus potros oliéndoles la base de la cola.

El gusto
Los equinos cuentan con papilas gustativas que les permiten diferenciar niveles de concentración de salado, dulce, ácido y amargo.

Les encanta el sabor dulce, así que cuando lo premies con cubos de azúcar puedes estar seguro que los reconocerá y disfrutará comiéndolos, pues de no ser así, sencillamente, los escupirá.

El tacto
Su sensibilidad táctil está distribuida por todo su cuerpo. Esta afirmación la sustentan sus reacciones al mínimo movimiento de la pierna cuando los montamos, al roce de la bota y las reacciones inmediatas al sentir la fusta o las espuelas.
Prueba de esta afirmación son también sus múltiples comportamientos de aseo: aseo individual cuando se rasca con el casco, cuando se frota la cabeza contra una pata delantera o cuando se revuelca en el polvo.

Las partes en las que tiene mayor sensibilidad son: los labios, el belfo, detrás de las orejas y en las pestañas.

El sexto sentido: el sentido de las feromonas
Podría decirse que su sexto sentido es, más bien, un segundo sentido del olfato, que se encarga de la detección de las feromonas, esas sustancias volátiles que emite un animal y que influyen en las emociones y comportamientos instintivos, especialmente, sexuales, de sus semejantes.

Esta detección da lugar a una mueca característica en los caballos: el equino tensiona el cuello hacia arriba, levanta ligeramente el labio superior, realiza una inspiración y retiene el aire un momento antes de espirar. Esta mueca es conocida con el nombre de Flehmen.

Por este sexto sentido es que cuando nuestro caballo pasa cerca de una yegua en celo o un potrillo recién nacido, es que hace mueca que, seguramente, antes no comprendíamos.

Bibliografía
Enciclopedia Larousse del Caballo. Primera edición. Ediciones Larousse S.A. Dinamarca núm 81. México 06600 D.F.

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